5 principales mitos de los “pro-vida” sobre el aborto

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En la última semana, el aborto ha causado controversia en los Estados Unidos, el Reino Unido y en Chile. La ciencia médica se invoca a menudo en ambos lados del debate. Entonces, ¿Cuál es la evidencia en algunas de los principales afirmaciones sobre el aborto?

Hay pocos temas en el discurso moderno que son tan divisivos y plagados de malentendidos (y tan arraigados en la profunda convicción) como el aborto. Los del lado pro-elección del espectro argumentan que es derecho de la mujer elegir si se lleva o no a término un embarazo. Por otro lado, los activistas anti-aborto insisten en que desde el momento de la concepción el feto tiene un derecho inalienable a la existencia. En los últimos años, ha aumentado la polarización y el tema se ha convertido en una excepcional política partidista, con los aspectos personales y políticos cada vez más difíciles de separar.

En medio de todo el argumento apasionado, es fácil para los malentendidos y las ficciones llenar el vacío entre ideologías opuestas. Sin embargo, si queremos tener una discusión razonada sobre el derecho al aborto, tenemos que echar por la borda las falsedades persistentes que nublan el tema. Si vamos a elegir la razón por sobre la retórica, vale la pena abordar algunos de los mitos más perniciosos que surgen cada vez que se plantea la cuestión del aborto.


  1. El aborto lleva a la depresión y el suicidio.

  2. El aborto causa cáncer.

  3. El aborto reduce la fertilidad.

  4. El feto puede sentir dolor

  5. Reducir el acceso al aborto reduce la tasa de aborto


Mito 1: El aborto lleva a la depresión y el suicidio

De todos los mitos que rodean al aborto, creo que la afirmación de que conduce a la depresión y al suicidio debe clasificar como la más odiosa. Es uno de los favoritos recurrentes de los grupos anti-aborto. Los activistas anti-aborto lo llaman SPA (síndrome post-aborto), un término acuñado por el Dr. Vincent Rue. Rue es un prolífico activista anti-aborto que testificó ante el Congreso de Estados Unidos en 1981 que había observado el síndrome de estrés postraumático en mujeres que habían pasado por abortos. La afirmación mutó rápidamente en la sugerencia ominosa y potente de que el aborto conlleva al suicidio y la depresión. Sin embargo, a pesar de la ubicuidad de este reclamo de los defensores contra el aborto, el SPA no es reconocido por los órganos de expertos relevantes. No aparece en el DSM-V (el manual de la salud mental), y el vínculo entre el aborto y problemas de salud mental es rechazado por las organizaciones encargadas de la protección de la salud mental, incluyendo la American Psychological Association, la American Psychiatric Association y el Royal College of Obstetricians and Gynaecologists.

La razón de esta actitud de descarte es simple: a pesar de años de investigación no hay evidencia de que existe el SPA. La hipótesis de que las mujeres que se someten a un aborto tienen resultados de salud mental peores que las que no lo hacen, es en el fondo una afirmación científica y puede ser probada como tal. Un estudio reciente en Dinamarca trazó la salud psicológica de 365,550 mujeres, incluyendo 84.620 que habían tenido abortos. Los investigadores no encontraron ni un aumento de daño psicológico, ni ningún riesgo elevado de suicidio. Este hallazgo no es especialmente sorprendente, ya que investigaciones previas encontraron que en una mujer que no estaba ya previamente depresiva, entonces el “aborto electivo de un embarazo no deseado no representa un riesgo para la salud mental“. En un artículo para la revista de la American Medical Association titulado “El mito del síndrome de trauma por aborto“, el Dr. Nada Stotland declaró elocuentemente la desconexión entre el mensaje de las organizaciones anti-elección y la literatura revisada por expertos en el tema: “En la actualidad, hay intentos activos para convencer a la opinión pública y a las mujeres que consideran el aborto, que el aborto con frecuencia tiene consecuencias psiquiátricas negativas. Esta afirmación no se ve confirmada por la literatura: la gran mayoría de las mujeres toleran el aborto sin secuelas psiquiátricas“, una conclusión con eco en las revisiones sistemáticas.

Pero a pesar que la ciencia simplemente no apoya las afirmaciones de la brigada anti-aborto, el mito persiste. En un movimiento relativamente reciente, algunos estados de Estados Unidos ahora exigen a los médicos advertir a las mujeres que buscan un aborto de los peligros para su salud mental, a pesar de la total falta de justificación científica para hacerlo. En Dakota del Sur, una ley estatal del año 2005 no solo encomendó esta perversión del consentimiento informado, sino también añadió un puñado reprobable de manipulación emocional al insistir en que se les diga a las mujeres que están terminando “un ser humano completo, separado, único y viviente“. La desconexión discordante entre la mejor evidencia científica y las prácticas aplicadas por la legislación es preocupante, expresó con pesar el Instituto Guttmacher: “…los activistas anti-aborto son capaces de aprovechar el hecho de que el público en general y la mayoría de los responsables políticos no saben lo que constituye una ‘buena ciencia’… para defender sus posiciones, estos activistas a menudo citan estudios que tienen defectos metodológicos graves o extraen conclusiones inapropiadas de los estudios más rigurosos“.

Contrariamente a las afirmaciones de los activistas contra el aborto, la mayoría de las mujeres que acepta un aborto reporta alivio como su sentimiento primario, no depresión. La investigación también revela un corolario sutil pero importante; mientras que las mujeres por lo general no sufren a largo plazo efectos de salud mental relacionados con el aborto, la culpa y la tristeza a corto plazo era mucho más probable si las mujeres provienen de un fondo donde el aborto es visto como algo negativo o sus decisiones denunciadas. Teniendo en cuenta esto es precisamente la actitud fomentada por los activistas contra el aborto, hay una ironía oscura en juego cuando las organizaciones de esta calaña aumentan el sufrimiento de las mismas mujeres que pretenden ayudar.

  • Comentario del traductor: Recientemente en julio de 2015 se publicó en PLoS One un estudio longitudinal con mujeres de Estados Unidos analizadas durante tres años. Los resultados arrojaron que el aborto fue la decisión correcta para el 95% de las mujeres durante los tres años del estudio. Además, el estigma de la comunidad y el bajo apoyo social se asociaron con emociones negativas.

Mito 2: El aborto causa cáncer

Como si el aborto no fuera ya un problema bastante emotivo, elementos del movimiento anti-aborto han postulado desde hace tiempo que las mujeres que eligen tener un aborto están en un riesgo mucho mayor de cáncer, sobre todo de mama. Esto es un absoluto sin sentido desenfrenado de primer orden; la conjetura aborto-cáncer-de-mama (o en inglés vínculo “ABC“) fue defendido por el destacado activista cristiano renacido y anti-aborto Dr. Joel Brind a principios de 1990. Este supuesto vínculo no es apoyado por la literatura científica, y el vínculo aparente entre el cáncer de mama y el aborto inducido es explícitamente rechazado por la comunidad médica.

Pero mientras que hay escasa evidencia científica para la hipótesis ABC, esto no impidió a la administración de George W. Bush alterar la página web del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) para sugerir que “el aborto electivo puede conducir a cáncer de mama” a inicios de la década de 2000. La comunidad médica reaccionó con disgusto, y el New York Times criticó la duplicidad retórica de la administración Bush como una “distorsión atroz“. El NCI convocó un taller para ver la evidencia en febrero de 2003, y concluyó que la hipótesis carecía de evidencias que la respaldaran y era más política que de naturaleza médica. Después de esta reprimenda, Brind recurrió a la trillada teoría de la conspiración, alegando que se trataba de una “agencia federal corrupta” y dedicada a “la protección de la industria del aborto“, así como dirigir su ira hacia la comunidad médica convencional.

Las afirmaciones de que el aborto aumenta el riesgo de cáncer no son creíbles, una posición apoyada por los organismos internacionales, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NCI), el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) y el Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos (RCOG). Sin embargo, el mito ABC sigue siendo un arma potente en el arsenal de los activistas contra el aborto. En 2005, los manifestantes anti-aborto canadienses pusieron carteles que alegan un encubrimiento por los organismos nacionales de cáncer. Incluso hoy en día, algunas leyes estatales de Estados Unidos exigen a los médicos advertir a las mujeres sobre el riesgo a pesar de la ausencia total de una razón para sospechar que hay una. Como un artículo en Medical History explica, este enfoque continuo sobre la no existencia de un vínculo es la culminación de “…los esfuerzos del movimiento anti-aborto, siguiendo la violencia de la década de 1990, para recuperar la respetabilidad a través de cambiar sus tácticas y la retórica, que incluyó la adopción del vínculo ABC como parte de su nueva estrategia centrada en las mujeres“.

  • Comentarios del traductor: Al consenso que menciona el autor sobre instituciones que no concuerdan con la hipótesis ABC, se puede sumar la Asociación Americana del Cáncer, el Centro de Investigación del Cáncer de Alemania y la Sociedad Canadiense del Cáncer. Sin embargo creo que en este punto al autor le faltó analizar estudios más recientes. En 2014 se publicó un metanálisis de 36 estudios (2 de cohorte y 34 de casos y controles) que evaluaban la relación entre aborto inducido (AI) y riesgo de cáncer de mama en mujeres chinas. Los resultados mostraron que el riesgo de cáncer de mama por AI aumentaba en un 44% para las mujeres que realizaron al menos un aborto, así como 76% para dos abortos y 89% para 3 abortos. El mismo año generó polémica un compilado de 12 estudios (9 con mujeres de India, y los restantes en Sri Lanka, Pakistán y Bangladesh) publicados entre 2008 y 2014, donde se analizaba el riesgo de diversos factores para el cáncer de mama, entre ellos AI. Cada estudio reportó distintos porcentajes de riesgo para el caso de AI, desde 22% hasta 2000% de mayor riesgo de desarrollar cáncer de mama en relación a las mujeres que no habían tenido un AI previo (con un promedio de 554% de mayor riesgo entre los 12 estudios).
  • Creo que falta mayor análisis y más estudios (especialmente prospectivos) a la luz de estos nuevos resultados, pero también pienso que de confirmarse un mayor riesgo de cáncer de mama por AI, no constituye un argumento para prohibir el aborto (ya sea libre o terapéutico) ya que sería decisión de la mujer afrontar el eventual riesgo que sería para su propio cuerpo.

Mito 3: El aborto reduce la fertilidad

La sugerencia de que el aborto puede perjudicar a la fertilidad es claramente aterrador, además basado en un entendimiento desfasado de las técnicas de aborto. Los primeros abortos quirúrgicos tendían a llevarse a cabo utilizando un método de dilatación y curetaje (D&C), con un riesgo inherente pero pequeño de cicatrización que podría dar lugar a complicaciones. Sin embargo, esta técnica es obsoleta, reemplazada con un método de succión mucho más seguro y eficaz en la década de 1970. En el siglo 21, la OMS recomienda una técnica a base de succión para el aborto quirúrgico, haciendo que el riesgo para la fertilidad futura sea insignificante.

Además de esto, en la mayor parte de Europa, la mayoría de los abortos ahora tienen lugar temprano en el embarazo, por debajo de 9 semanas. Los abortos en esta primera etapa son de naturaleza médica, utilizando compuestos tales como la mifepristona (RU-486) que inducen aborto involuntario. No hay evidencia de que los efectos de abortos modernos quirúrgicos o con medicamentos impacten la fertilidad futura.

  • Comentario del traductor: En este enlace de la Clínica Mayo (que presenta amplia bibliografía al final) se afirma que “en general, no se considera que el aborto cause problemas de fertilidad o complicaciones en embarazos posteriores. Sin embargo, algunas investigaciones sugieren una posible relación entre el aborto y un mayor riesgo de sangrado vaginal durante el embarazo temprano, parto prematuro, bajo peso al nacer y problemas de la placenta (como placenta retenida)”. También se menciona que “…en raras ocasiones, un aborto quirúrgico puede dañar el cuello uterino o el útero. En tales casos, la cirugía puede ser necesaria para corregir el daño antes de que una mujer puede concebir de nuevo. Además, rara vez el cuello del útero se puede debilitar, lo que lleva a la posibilidad de que el cuello uterino se abra antes de tiempo (cuello uterino incompetente) en un embarazo posterior. Esto es más probable que afecte a las mujeres que han tenido múltiples abortos quirúrgicos”.

Mito 4: El feto puede sentir dolor

Uno de los argumentos más inflamatorias contra el aborto se basa en la afirmación de que el feto puede sentir dolor, por lo que la terminación es un asunto brutal. Esto es extremadamente poco probable de que sea cierto. Un feto en las primeras etapas de desarrollo carece de sistema nervioso desarrollado y el cerebro para sentir dolor o incluso ser conscientes de su entorno. El aparato neuroanatómico requerido para el dolor y la sensación no esta completo hasta aproximadamente la semana 26 de embarazo. A medida que el límite superior en todo el mundo para la terminación de un embarazo es de 24 semanas, y la gran mayoría de los embarazos se terminan mucho antes de esto (la mayoría en las primeras 9 semanas en el Reino Unido), la cuestión del dolor fetal es una completa cortina de humo. Esto se refleja en el reporte sobre el dolor fetal del Royal College of Obstetricians and Gynaecologists, que concluye “… los datos existentes sugieren que el procesamiento cortical y, por lo tanto, la percepción del dolor fetal no pueden ocurrir antes de la semana 24 de gestación“.

A pesar de su total falta de veracidad, este mito sigue siendo muy poderoso, y en varios estados de Estados Unidos la legislación establece que los médicos pueden ser multados por no advertir a las mujeres que el feto puede sentir dolor, a pesar de que el asesoramiento científico sugierelas propuestas para informar a las mujeres que buscan abortos sobre el potencial para el dolor en los fetos no están apoyados por la evidencia. Mandatos legales o clínicos de las intervenciones para prevenir tal dolor son científicamente poco sólidos y pueden exponer a las mujeres a intervenciones no apropiadas, riesgos, y angustia“.

  • Comentario del traductor: En 2005 investigadores de la Universidad de California en San Francisco publicaron un metanálisis en el Journal of the American Medical Association donde revisaron los datos de decenas de informes y estudios médicos, concluyendo que hay pocas probabilidades de que el feto sienta dolor antes del tercer trimestre de embarazo. Existe un consenso emergente entre los neurobiólogos del desarrollo que el establecimiento de las conexiones tálamo-corticales (en las semanas 22-34, de forma fiable en la 29) es un evento crítico en cuanto a la percepción del dolor fetal, ya que permiten que la información sensorial periférica llegue a la corteza.

Mito 5: Reducir el acceso al aborto reduce la tasa de aborto

Los activistas contra el aborto a menudo operan bajo el supuesto implícito de que los obstáculos adicionales hacia la obtención de abortos reducirán el número de abortos realizados; esto es demostrablemente falso. Reducir el acceso al aborto no reprime la demanda de aborto, y hacer el aborto ilegal simplemente hace al aborto menos seguro. La evidencia sugiere que la tasa de aborto es aproximadamente igual en los países con y sin aborto legal. Un estudio de 2012 de The Lancet encontró que las regiones con acceso restringido al aborto tienen tasas más altas que las zonas más liberales, y las regiones restringidas tienen una incidencia mucho mayor de aborto inseguro. A nivel mundial, cerca de 42 millones de mujeres al año eligen realizarse un aborto, y de estos aproximadamente 21,6 millones son inseguros. Las consecuencias de esto son sombrías, dando como resultado alrededor de 47.000 muertes maternas al año. Esto hace que sea una de las principales causas de mortalidad materna (13%), y puede conducir a complicaciones graves, incluso cuando sobreviven.

En el mundo desarrollado, donde los viajes internacionales son asequibles, las restricciones al aborto hacen aún menos sentido. Irlanda, por ejemplo, cuenta con leyes de aborto muy restrictivas, un vestigio de los días en que era el último reducto del Vaticano en Europa (una situación a la que he aludido antes). Pero mientras que los grupos de presión irlandeses en contra del aborto se jactan de que Irlanda es libre de aborto, ignoran el hecho de que un promedio de 12 mujeres por día viajan a Gran Bretaña para abortar, con las demás adquiriendo fármacos abortivos por internet. Estas barreras adicionales no disuaden a las mujeres de buscar terminaciones a sus embarazos, solo se limitan a añadir obstáculos emocionales y financieros para su obtención.

  • Comentarios del traductor: Si bien las preocupaciones que esgrime el autor sobre el aumento del aborto inseguro en zonas que restringen este procedimiento están apoyadas por fuerte evidencia, hay otros estudios que desafían esta noción. Por ejemplo, los estudios del Dr. Elard Koch han demostrado que en Chile, a pesar de la prohibición del aborto bajo cualquier circunstancia en 1989, desde ese mismo año la mortalidad materna por aborto ha disminuido notablemente desde 10.8 a 0.39 muertes por cada 100 mil nacidos vivos en 2009, e incluso, desde el mismo año de la prohibición el nivel de aborto ha disminuido su incidencia (además como mortalidad materna en general, Chile lidera Latinoamérica con la cifra más baja y casi al mismo nivel de Estados Unidos). Otro estudio del grupo del Dr. Koch ha mostrado resultados similares en México, donde los estados con leyes de aborto menos permisivas exhibieron tasas de mortalidad materna consistentemente más bajas, aunque este hallazgo no se explicaría por la legislación del aborto per se, sino más bien por otros factores independientes que aparecen distribuidos de forma más favorable en estos estados.
  • Aparte del caso de Chile, en Europa los grupos anti-aborto suelen invocar recurrentemente a Irlanda como ejemplo de un bastión altamente restrictivo en la práctica de aborto y que al mismo tiempo tiene una baja tasa de mortalidad materna (9 muertes por cada 100 mil nacidos vivos); sin embargo, pasan por alto que, por ejemplo, en Europa hay al menos 30 países con leyes altamente permisivas de aborto y que tienen tasas de mortalidad materna menores a la de Irlanda. Menciono esto ya que he observado que el movimiento anti-aborto tiende a recurrir al “cherry-picking” (falacia de la evidencia incompleta) indicando casos selectivos como el de Chile o Irlanda para hacer notar que la prohibición del aborto no aumentaría su incidencia ni la mortalidad materna, o incluso, sacar a debate casos como el de España, un país con leyes permisivas y donde el aborto ha aumentado fuertemente su incidencia. Pero por otro lado, omiten mencionar el gran grupo de países con leyes permisivas y bajas tasas de mortalidad materna, además que al mirar el mapa completo (no solo países que confirmen sesgo personal), los países con leyes permisivas en general tienen menores tasas de incidencia de aborto y abortos mucho más seguros (principalmente en Norteamérica y Europa) que en los países con leyes restrictivas (África y Latinoamérica mayormente).
  • Como comentario final, la tasa de mortalidad materna no tiene nada que ver con si las mujeres son o no felices o saludables (per se), y no hace falta decir que como sociedad debemos aspirar a más que simplemente detener la mortalidad materna. Las mujeres necesitan tener derechos reproductivos completos y amparados por la ley, lo que incluye acceso al aborto seguro y legal (como mínimo al aborto terapéutico) así como atención de maternidad de buena calidad.

Estas son sólo algunas de las reivindicaciones cuando se discute el aborto, y este artículo de ninguna manera es exhaustivo. El aborto es un tema emotivo, y hay todo un espectro de posiciones a las que uno puede suscribirse. Y, por supuesto, la gente tiene todo el derecho a tener cualquier opinión que le guste. Pero nosotros no tenemos el derecho de inventar nuestros propios hechos, y perpetuar la ficción desacreditada no ayuda a nadie. Tal verdad flexiva y cínica no sólo es intelectualmente insípida, también agrava una situación ya difícil que muchas mujeres enfrentan, sustituyendo fabricaciones emotivas y a veces manipuladas en lugar de información clara.


Sobre el autor:

David Robert Grimes es doctor en física e investigador de cáncer de la Universidad de Oxford. Es un habitual columnista del Irish Times y escribe en su blog (www.davidrobertgrimes.com). Fue ganador del John Maddox Prize for Standing up for Science en 2014. Puedes seguirlo en su Twitter: @drg1985.


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